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lunes, 30 de mayo de 2011

HISTORIAS: MI VECINO ARDIENTE

Una de las cosas que me pregunto es ¿porqué buscar placeres y cariño lejos si muchas veces sin darnos cuenta lo tenemos tan cerca?
Pues bien, un día mi papá me pidió que busque a un albañil para que arregle una pequeña ruptura del piso, éramos nuevos en el barrio y no conocía a casi nadie. Pregunté en la tienda de a lado y la señorita me dijo que a tres casas estaban haciendo una construcción dentro y que ahí alguien me podría ayudar. Fui y había 5 albañiles, al jefe de ellos les expliqué mi necesidad y pidió al más joven de sus ayudantes que vaya a mi casa y haga el trabajo.
Este joven a quien en un primer momento casi ni miré porque estaba todo sucio y transpirado con olor a gente que trabaja mucho. Lo llevé a casa y le mostré lo que tenía que hacer, por precaución me quedé con él, porque temía que pudiera robar algo. Recién ahí noté que era un joven grueso, con unas piernas bien gruesas y unos músculos propio de los machos, su hablado era bien seco.
Me pidió un poco de agua (él estaba con un short deportivo) y cuando cogió el vaso y tomó el agua pude notar esos brazos fuertes, bajé la mirada disimuladamente hacia abajo y vi que tenia su miembro erecto... sentí un cosquilleo y comencé a imaginar como estaría. Este chico sin proponérselo me estaba excitando mucho.
Bueno terminó su trabajo y pensé que nunca más lo volvería a ver. Antes de que se vaya le pregunté que si yo necesitaba de sus servicios donde lo podría encontrar y me dijo: "enfrente ahí vivo yo con mis tíos". Lo cual me dio mucha alegría, saber que estaría cerca y que quizás podría pasar algo.
Lo cierto es que por varias semanas lo veía en la puerta de su casa yo le saludaba y conversaba poco con él, me contaba que no tenia trabajo, que tenia 18 años y que no podía estudiar, que había estado hasta los 17 años en un albergue, etc. Yo por prudencia no le tocaba el tema sexual, aunque la verdad parecía un galán, un chico que cualquiera hubiese querido tener.
Al cabo de dos meses mi familia viajó a visitar a unos tíos y me tuve quedar solo en casa, así que la primera noche le invité a conversar en mi sala, ya no quería hablar mas solo quería actuar, pero también tenia miedo porque me podía hacer un escándalo ya que de repente no le gustaba la gente como yo.
Empecé con el tema sexual contando historias de otros y le pedí que el cuente alguna historia de como había tenido sexo con alguna chica, y me dijo que si había "debutado" a los 15 años con una chica... insistí si había tenido sexo con algún amigo y me dijo que si pero que no lo había terminado ya que alguien venia al lugar donde estaban, me contó que cuando tenia 14 años al albergue donde vivía venia un señor bondadoso que pedía permiso para que alguno de los chicos estén con él el fin de semana con el fin de que tengan ambiente de familia. Pero, este "señor bondadoso" lo que en verdad hacía era iniciar en el sexo a los chicos, me contó que este señor, a él y a sus compañeros de turno, les chupaba la pinga y algunos lo penetraban.
Le pregunté si a é le gustaba, me dijo que al inicio no, pero después si.
Yo no podía mas, le seguí con el tema: "Y cuantos cm mide tu pinga" él me dijo no se cuanto, pero es gruesa y algo larga, soy fogoso me dijo. Lo cual me excitó más. Me dijo que si quería tocarlo, yo sin pensarlo mas le dije que si. El se bajó el pantalón, el calzoncillo y vi de cerca esas piernas gruesas fuertes y ese palo grueso y firme que tanto había deseado. Él con su mano llevó mi cabeza a la altura de su pinga y no me resistí comencé a lamer esa rica pinga que cada vez se ponía mas dura... él suspiraba y su cuerpo estaba mas firme, comencé a chuparla con cierta dificultad porque la tenia muy gruesa y larga, él y yo gemíamos duro esa pinga rojiza se metía y salía de mi boca.
Mi cuerpo comenzó a pedir mas y mas... él se dio cuenta y me llevó a mi cuarto, ahí me desnudó, me trató como una dama, luego se desnudó y los dos nos calentamos, él me comenzó a besar los labios desesperadamente como nunca me había besado, me besaba el cuello, metía su lengua en mi oreja lo cual me excitaba mas y hacia que le diga:"así papito rico, así soy tuya hazme el amor, que rico cuerpo, que ricas piernas, que rica pinga, eres mi amante, eres mi amor..." y tantas cosas mas.
A lo que él respondía: "si mi amorcito, desde que te conocí me di cuenta que te gusté, desde que vine a trabajar noté como me mirabas, yo también te miré sin que te dieras cuenta y vi que tu culo grande y formado era bueno y ahorita lo compruebo, vas a ser mío, soy tu marido, tu cachero y gemía.
Yo como tengo un culo estrecho tenia algo de miedo porque en verdad era bien grande su pinga. Entonces comenzó a rozar la cabeza de su miembro con la entrada de mi pequeño huequito, lo cual me excitaba, él seguía besándome y yo me sentía como en el paraíso. Fue ahí donde comenzó a penetrarme, sentí algo de dolor y le pedí que lo haga despacio, él me dijo que ya, me hablaba al oído cosas dulces como que le gustaba, que mi color canela le encantaba, que soñaba con cacharme, etc.
Eso hacia que lo desee mas y sin darme cuenta ya tenia casi toda su pinga de unos 20 cm dentro de mi. Pude sentir los vellos del final de su falo chocando y eso me excitaba mas y me aloqué mas cuando él empezó a moverse como licuadora metía y sacaba, me dolía mucho pero el placer era mayor: "ahhh ahhh ahhh ayyy ayyy mi amor despacio. Mételo despacio mi vida, me duele.
Me gustas, eres mi hombre ayy ayy que rico cachas, sigue mi amor. " era fantástico tener todo su cuerpo encima del mío y sentir su calor... él me decía:
"Mi vida tienes un culo estrecho apretadito así me gusta, tienes el culo ideal, me encantas, me gustas me alocaaaaas. " nunca nadie se había movido como él, era tan joven y tan ardiente, comenzó a acelerar mas y gritó:
"Mi amor ahí viene mi leche. Y sentí dentro de mi estrecho culo una corriente de leche que salía de su pinga, eso hacia que casi pierda el conocimiento de tanto placer, la cantidad de semen que salía de su miembro era enorme como que no iba a acabar, luego dejó un rato su pene dentro de mi ano.
Después despacio sacó su tremendo bulto semidespierto y lo miré con cariño como agradeciendo estos momentos de felicidad y placer. Él también me miró y de nuevo comenzó a besarme dulcemente los labios y el cuello diciéndome que le gustaba mucho y que no quería perderme, me volteó de nuevo y sentí su miembro de nuevo como un fierro, a lo que me dijo:
"es increíble pero sentir tu cuerpo me excita y te voy a cachar de nuevo...quieres?"
A lo que respondí afirmativamente moviendo la cabeza. Mi culo estaba algo adolorido, pero cuando sintió de nuevo el ingreso de ese rico trozo de carne dura lo aceptó, se movía igual que al comienzo y al final nos vaciamos los dos.
Terminamos bañándonos en la ducha y haciéndonos muchos cariños. Desde esa vez lo hicimos como 10 veces y casi de la misma forma.
Nos apartamos porque él se fue a ayacucho a trabajar y desde esa época casi no lo he visto.
Hace tres años lo vi solo por minutos estaba de paso por lima y con una mirada y una sonrisa me decía que no me olvidaba y que algún día podríamos repetir la historia.
Este jovencito ayacuchano me sorprendió y todavía, a pesar de los años, conservo el recuerdo de tanta felicidad vivida.

miércoles, 25 de mayo de 2011

lunes, 23 de mayo de 2011

HISTORIAS: EL INGENIERO ELECTRICO

Todo paso en una empresa que transporta la energía en nuestro país, yo era consultor y me tocaba viajar a las plantas a capacitar a su personal.
En una de las capacitaciones conocí a un ingeniero que se encontraba solo en una planta alejada de la ciudad, al principio todo marcho bien, les confieso que aun no se si soy gay o bisexual o sigo heterosexual porque tengo novia y me encantan las mujeres, sobre todo darles rico por todos lados, pero aún no he estado con un hombre.
Él ya llevaba varios días, casi un mes si salir de la planta porque el que debía reemplazarlo se enfermo y le toco quedarse por más tiempo, en un rato libre después de la capacitación que me toco darle nos pusimos a conversar sobre temas generales y se me paso por la mente como estaba siendo ahí solo desde ya hacia varios días y si se calentaba y no tenia como desahogarse.
Debo decirles que el ingeniero esta pero como dicen las chicas de mi país bien bueno, mide 1.75 de estatura, cuerpo atlético y se manda un paquete que mientras daba la clase lo repare todo, no se si él se percato de mi mirada.
Mientras conversábamos le hice la pregunta que si era casado y me dijo que no, que solo tenia novia y que veía cuando descansaba y aproveche y le dije que como estaba haciendo ahora que ya llevaba tiempo sin verla y me dijo que él descargaba películas porno a su PC y las veía y se masturbaba bien rico, a lo que me motivo para pedirle que me enseñara una y con gusto lo hizo. Era de una rubia que le mamaba la verga a un negro y le media como 25 cm, yo le hice el comentario de lo grande que la tenia el negro y el se rió y dijo que él podía competir con el negro y le dije eso hay que verlo.
La conversación fue subiendo de tono y la película también, mi verga quería estallar dentro de mi pantalón y la de él también porque el paquete que le había visto mientras lo capacitaba se había transformado aún mayor, en un momento él se comenzó a acariciar por encima del pantalón y yo seguí a lo mismo, y de una vez me lance y le dije que si quería nos masturbábamos que desde hacia rato lo deseaba para ver que se sentía y él no se negó y saco algo de su pantalón que por favor no encuentro como describirla, era espectacular tanto en tamaño como en grosor, esa cabeza la tenia bien mojada y roja, se me aguo la boca y me pase la lengua por labios, él lo noto y me dijo que yo no me quedaba atrás, bueno a mi me mide 18 cm y es gruesa pero la de él era mayor.
La verdad les digo que es rico ver como se masturba alguien delante de ti y más si te gusta la verga, yo estaba a mil y creo que él como a millón, le dije que para mayor comodidad si quería sentirlo como mas real yo podía masturbarlo y él a mi, a lo que el dijo que si.
Yo temblé todo cuando puse mi mamo en esa rica verga, no se que me dio, me electrifique, parecía que había tocado un cable energizado de alta tensión, se la fui acariciando despacio, estaba dura, suave, se sentía delicioso acariciarla, él cerro los ojos y aproveche para acomodarme de frente a él para poder contemplarla mejor quería tragármela toda de una vez él abrió los ojos cuando quite su mano de mi verga, pero yo seguí acariciándole él intento decir algo pero no lo deje coloque un dedo en sus labios, él se acomodo y se arrecosto en la silla echando la cabeza para atrás yo deje caer saliva en su verga y fue cuando se retorció porque así la puse más suave, le daba despacio y apretaba su glande él se movía para todos lados yo fui acercándome y comencé a olerla estaba deliciosa, ese olor con el que siempre soñé, olor a verga de un día de trabajo, no aguantaba más y coloque mis labios en su cabeza la bese tiernamente, por todos lados, mmmm era rico tenerla no quería que el tiempo pasara, deseaba vivir ese instante como en una vida congelada, quedarme ahí con esa verga cerca de mi, siempre lo había deseado, aunque no me había atrevido.
Fui abriendo mis labios y lentamente la introduje en mi boca, el calor de mi boca lo emociono más, comenzó a jadear de placer, así como me la metía en la boca seguía acariciándolo, su cabeza comenzó a latir, yo aprovechaba y la lamia toda, me la metía toda, yo deseaba sacarla de mi boca y proponerle algo más rico pero no me atreví, seguí chupándola, acariciándola, aprovechando ese instante para grabarlo en mi mente para siempre.
Sentí como se hinchaba más y más con cada mamada que le hacía, sabía que se iba a correr, siempre había deseado ese momento, deseaba sentir el calor de la leche en mi, el olor que se grabara en mi nariz, el sabor que se apropiara de mi, la quería toda para mi y así fue, se vino a chorros, fue rico inundo toda mi boca, mi cara, hasta mi pecho, yo lamia sin cesar, no deje que se me escapara ni una gota, seguía con su verga en mi boca, apretaba con mis labios su cabeza, eso le gusto mucho y lo hice gritar de emoción, al final solo me miro y me dijo que así no lo había vivido nunca y que lastima que me quedaba poco tiempo a su lado para poder continuar.
Yo espero que me vuelvan a enviar a esa planta y que de nuevo este mi ingeniero para que me electrifique con su cable bien rico, creo que así lo había soñado y así lo viví.

viernes, 20 de mayo de 2011

miércoles, 18 de mayo de 2011

lunes, 16 de mayo de 2011

HISTORIAS: SECRETOS

Entramos riéndonos después de la última patrulla. Últimamente era con Pablo con quien mejor me llevaba del grupo, y en realidad me encantaba pasar el tiempo junto a él. Todo eran bromas y buen humor, nunca se mostraba arisco ni temperamental, así que nuestra amistad había crecido enormemente desde que él se había integrado. Ahora ya no pasábamos casi ninguna tarde solos, siempre teníamos la compañía del otro.
Ahora nos reíamos a carcajadas de la broma que le habíamos gastado a Peter, quitando la poca ropa que quedaba en su armario y escondiéndola en la nevera. Era infantil, lo sé, pero ayudaba a pasar el rato. Entramos a mi casa y saludé levantando la voz a mi padre, pero no tuve respuesta. Primero entró Pablo, y apenas terminé de cerrar la puerta volteé a decirle algo y noté que me miraba de una forma muy extraña. Ya no reía, pero la sonrisa permanecía en su rostro.
- ¿Qué sucede? –pregunté poniéndome un poco más serio, estaba a punto de hablar de nuevo cuando se quedó callado por un momento demasiado largo, pero me quedé helado cuando de repente sus labios se estamparon con los míos sin previo aviso. Sólo los rozó con fuerza, reclamando una respuesta que los míos no les daban. Cuando logré reaccionar puse mi mano en su cuello para alejarlo, haciendo que se pegara al marco de la puerta de la sala, que estaba sólo a un paso de distancia. Me miró con los ojos abiertos como platos mientras la cabeza me daba vueltas.
No podía entender lo que me sucedía. Nunca se me había cruzado por la mente algo así, pero si no lo quería, entonces ¿por qué mi cuerpo reaccionaba de esta forma? Aún lo mantenía agarrado firmemente del cuello cuando llevé mi mano libre hacia atrás para cerrar la puerta con llave. Me miró sorprendido sin decir ni una palabra. Podía notar la pequeña nota de miedo en sus ojos, pero no estaba lo suficientemente cuerdo para prestarle atención. Por alguna razón, todo en lo que podía pensar era en el calor de la piel de su cuello bajo mi mano.
Aflojé mi agarre lentamente y moví mis dedos hasta su mejilla, tomando su rostro por un lado. Cuando ya no fui capaz de contenerme, llevé mis labios a los suyos con tanta urgencia como él lo había hecho antes, necesitaba probarlo de nuevo. Su sabor en mi boca se sentía como fuego, y no podía esperar a quemarme. Tardó unos segundos en reaccionar, supuse que por la sorpresa, pero cuando finalmente me devolvió el beso, se sintió increíblemento, correcto. El chico besaba de las mil maravillas, moviendo sus labios y su lengua contra los míos como nunca nadie lo había hecho-
Llevábamos sólo la ropa con la que salíamos a correr, unos pantalones que nos llegaban hasta las pantorrillas, así que el torso de ambos estaba al descubierto. Bajé mi mano por su pecho y sentí su corazón golpeando contra mis dedos como si intentara salirse de su cuerpo. En realidad el mío se sentía igual. Me alejé de sus labios, muy a mi pesar, y tragué en seco intentando no volver a ellos.
- ¿Papá? –grité con la voz más ronca de lo que pretendía, más alto de lo necesario para que pudiera escucharme desde cualquier habitación-. ¿Estás en casa? –pregunté rezando porque no hubiera respuesta. Pablo apretó los ojos un segundo y tras no escuchar nada, soltó el aire que guardaba en su pecho y volvió a besarme. Gruñí contra su boca y apreté mi cuerpo al suyo mientras mis manos recorrían su abdomen. Lo aprisione contra la pared sin poder evitarlo, sintiendo sus marcados músculos chocando con mi pecho. Era increíble lo mucho que había crecido el chico en estos últimos años. No alcanzaba mi tamaño, pero ciertamente estaba bien formado.
Dios, ¿qué estaba pensando? Él era todavía un adolescente. Tenía que pensar claramente. Aunque pareciera imposible hacerlo con la forma en la que me sentía.
Y es que una pequeña y molesta parte de mi cerebro seguía funcionando a pesar de todo. A pesar de su perfume embriagador y de sus manos recorriéndome como si no hubiera un mañana. Tenía que concentrarme. No podía hacer algo así con el chico. No era justo aprovecharme de él de esa forma. Apenas había cumplido los 18 años. Tragué en seco y di un paso atrás en contra de mi propia voluntad, pero no permitió que me alejara de su cuerpo más de diez centímetros, solo se movió conmigo y usó el espacio entre nosotros para deslizar sus manos por mi estómago y desabrochar mis pantalones rápidamente.
No podía creer lo que hacía, pero mis manos volaron hasta los suyos haciendo lo mismo. No podía evitarlo. El deseo era mucho más fuerte que yo, y eso lo demostraba la erección que liberó cuando bajó un poco mis pantalones, sólo lo justo para que la tela pudiera dejar de torturarme aprisionándome. No recordaba haber estado tan excitado en toda mi vida. La ansiedad por algún tipo de liberación casi me provocaba dolor. Quité sus pantalones prácticamente haciéndolos pedazos y volví a besarlo lo más rápido que pude. Su mano no dudó un tomar mi miembro firmemente y moverse de arriba a abajo mientras yo lo seguía besando, apretándolo de nuevo contra de la pared. Gemí en su boca y lo sentí sonreír contra la mía.
Pasé mis manos por sus hombros y lo atraje más hacia mí mientras caminaba de espaldas hasta toparme con el sofá. No estaba seguro de lo que estaba haciendo, ni de cómo hacerlo, sólo sabía que quería seguir sintiendo su piel contra la mía, sus labios quemándome el cuerpo y sus manos recorriéndome lentamente, haciendo que no pudiera dejar de gruñir contra sus labios.
Cuando me topé con el sillón, me senté lentamente, y sin despegarse de mi boca, Pablo se sentó a horcajadas sobre mis piernas. No podía creer lo bien que se sentía que me tocara de esa forma. Su mano se deslizaba por mi miembro al mismo tiempo que su lengua se mezclaba con la mía, y la presión de sus dedos era exactamente la que me hacía dar vueltas la cabeza. A este peso no aguantaría ni dos segundos en venirme. Ya sentía la piel tirante y los pies en las nubes, así que pensé que tendría que avisarle.
- No aguantaré mucho –le advertí con la voz entrecortada, pero solo siguió besándome, bajando por mi cuello para poder hablar contra mi piel.
- No me importa –susurró-. Solo quiero que lo disfrutes –y siguió bajando por mi pecho lentamente sin quitar su mano de mi pene duro y ansioso por cualquier cosa que quisiera hacerle. Levanté las caderas automáticamente cuando sentí su aliento sobre la piel tirante y deseosa, y luego solté un gruñido cuando sus labios me atraparon. Su boca era cálida, y su lengua áspera se sentía de maravilla contra mi piel. Eso acompañado al movimiento constante de su mano en la base, me estaban volviendo completamente loco. Una de mis manos se aferró a la frazada que estaba en el respaldo de sofá, prácticamente despedazándola, y la otra voló a la nuca se Pablo, dirigiendo el ritmo con el que me hundía en su boca y presionándolo contra mi cuerpo para lograr entrar más en su garganta.
No tardé ni dos minutos en comenzar a sentir que me correría. Así que quité mi mano e intenté hablar a través de los dientes apretados y el pacer que me estaba desordenando las ideas.
- Pablo… -murmuré. Levantó la mirada a mis ojos, indicándome que me escuchaba. Tuve que apretar la frazada con más fuerza para no venirme cuando sus ojos me encontraron-. Me corro… -solté como pude, tenía que advertirle por lo menos para que quitara la cara. Pero no lo hizo. Solo siguió mirándome a los ojos mientras succionaba con mucha más fuerza, haciendo que comenzara correrme casi instantáneamente, viendo las estrellas. Definitivamente sabía lo que le gustaba a un hombre. Tragó todo lo que pudo sin que se lo pidiera y luego lamió de mi piel los restos que se escaparon de su boca.
Me mordí el labio y me deslicé por el sofá, sorprendido de que mis músculos aún funcionaran correctamente. Quedé sentado en el piso a un lado de él cuando volví a besarlo en la boca. Sentí mi propio sabor en sus labios, y aunque pensé que me disgustaría, fue todo lo contrario, solo era la prueba de lo que me había hecho sentir. Él permanecía arrodillado frente a mí, con uno de sus brazos apoyado en el sillón y el otro rodeándome el cuerpo, su mano deslizándose por el costado de mi torso. Llevé mis manos a su pecho y fui bajando lentamente por su abdomen hasta sentirlo entre mis dedos.
- No sé qué hacer –confesé susurrando un poco avergonzado en su oído, luego de morder el lóbulo de su oreja. Gimió cuando quité mis manos de su miembro y las llevé a su trasero.
- Puedes hacer lo que quieras –aseguró con la respiración entrecortada. Sonreí y me incorporé un poco para poder llegar a lo que quería. Primero llevé mis dedos a su boca y los introduje para que los lamiera. Los chupó como si se tratara de un pene, lo que hizo que se me volviera a endurecer mientras lo veía. Cuando estuvieron bien húmedos, los pasé por sus labios suavemente, y luego los llevé hasta su trasero. Quería sentirlo, quería tenerlo.
Primero frote con las yemas de los dedos alrededor, buscando el lugar exacto en el que debía moverme. Gimió y cerró los ojos cuando hice presión en su apretado agujerito, primero con un solo dedo, haciendo que entrara lentamente en su cuerpo. Estaba tan apretado que sonreí sin poder evitarlo, no solo era todo mío, sino que era solo mío.
- Relájate… -susurré en su oído, pero no noté ningún cambio. Así que llevé mi otra mano a su pene, que se veía tan tenso que pensé que explotaría de un momento a otro. Al sentirme, primero se apretó a mí alrededor, y luego, a medida que se acostumbraba al contacto, se fue relajando poco a poco, dejándome entrar cada vez más profundamente.
Me quedé quieto un momento cuando no pude presionar más, y luego quité mi dedo con suavidad, hasta casi sacarlo por completo.
Ahora hice presión con otro más, y lo vi cerrar los ojos cuando logré meter mis dos gruesos dedos en su carne. Gimió algo que en realidad sonó como un quejido, pero no podía concentrarme en preguntarle si estaba bien. Me gustaba demasiado la idea de tenerlo así, a mi merced, a mi alrededor. Así que seguí hundiendo mis dedos lentamente hasta que ya no tuve más opción que detenerme y esperarlo.
- Dime dónde –susurré en su oído, y luego curvé mis dedos un poco, buscando. Sentí como se tensaba cuando encontré su próstata, que se sentía hinchada bajo las yemas de mis dedos.
- ¡Ahí! –gimió con fuerza y apretó los ojos mientras yo quitaba mis dedos despacio hasta casi quitarlos de su cuerpo. Se hizo para atrás, presionándose contra mí mano-. Otra vez… -suplicó. Hice lo que me pedía y volví a rozar su punto, ahora con un poco más de confianza. En lugar de salir de nuevo, sólo me quedé alternando la presión con la que lo tocaba, adorando la forma en la que apretaba los ojos y gemía mi nombre intentando controlarse y hacerlo por lo bajo. Llevé mi boca a su cuello para besar su piel mientras mi mano comenzaba a moverse de nuevo por la piel de su miembro, que se mantenía rígido en mi mano.
- Vente para mí –susurré en su oído al tiempo que presionaba con más fuerza, tanto con mi mano alrededor de su miembro como con mis dedos dentro de su cuerpo. Comenzó a correrse inmediatamente después de mis palabras, moviéndose contra mi mano como si se tratara de una persona, pero no detuve el masaje a su punto en ningún momento. Lo miré mientras llegaba, memorizando su rostro contraído por el placer como una de las cosas más excitantes que había visto en toda mi vida. Cuando el orgasmo terminó, su recto latió alrededor de mis dedos y los fui quitando lentamente, notando como su cuerpo se había relajado.
Lo besé en los labios de nuevo cuando volteó su rostro hacia mí, y moví mi mano dudosa de nuevo por su pene, que ya iba bajando de volumen después de correrse. Me sentía de nuevo listo para lo que fuera, y no podía evitar pensar en sólo una cosa. Me incorporé sin dejar de besarlo, arrodillándome frente a él y tocando cada parte de su cuerpo que estuviera a mi alcance. Paseó sus manos por mi cuerpo y gimió contra mis labios cuando notó mi nueva erección, que esperaba algo más que su boca.
- ¿Puedo…? –murmuré alejándome un par de centímetros, pero no siendo capaz de terminar la frase antes de volver a sus labios.
- Puedes hacer lo que quieras –repitió. Sonreí y me puse de pie lo más rápido que pude, caminando directamente al gabinete del aparador. Me miró mientras tomaba la primera crema que encontraba y volvía a su lado lo más apresurado posible. La quitó de mi mano en cuanto estuve a su alcance y se encargó de abrir el pomo y estrujarlo sobre sus dedos. Me arrodillé de nuevo a su lado una vez más y me miró a los ojos mientras pasaba sus dedos lentamente por toda mi erección, desde la punta hasta la base, haciendo que un gruñido ronco saliera de mi pecho.
Llevé mis manos a su nuca y atraje su boca a la mía, queriendo sentirlo en mis labios antes de sentirme en su cuerpo. Mi lengua jugó con la suya, reclamando más y más espacio de su boca a medida que el calor aumentaba.
- ¿Estás seguro? –murmuré contra sus labios cuando comencé a sentirme demasiado ansioso como para esperar un segundo más. Asintió con la cabeza, así que con las manos, que aún mantenía aferradas a su nuca, lo obligué a que se inclinara hacia delante mientras me movía desde su costado hasta su trasero. Paseé mis manos por su espalda desde sus hombros hasta su trasero y separé sus redondas y firmes nalgas cuando me estorbaron.
Al igual que con mis dedos, me posicioné en su orificio e hice un poco de presión. La crema causó que lograra entrar mi cabeza a pesar de la evidente falta de espacio. Soltó un gemido que me hizo pensar que le dolía, así que me detuve un segundo y tomé el pomo de crema para embadurnar un poco más en mi piel antes de seguir entrando.
Cuando lo hice, arrojé el tubo a un lado y me aferré de sus hombros para darme más impulso y lograr entrar más profundamente. Del centro de su pecho soltó un quejido gutural que me volvió completamente loco, pero sus labios no se despegaron en ningún momento, reprimiendo cualquier clase de queja. Desde mi posición podía ver el costado de su rostro, con las facciones contraídas y las mejillas coloradas. Se veía tan masculino y tan vulnerable a la vez, que no pude evitar hundirme un poco más en él. Vi como su puño apretaba el cojín del sillón con mucha fuerza, y me preocupé un poco por él. Así que pegué mi pecho a su espalda para que mi boca quedara en su oído.
- ¿Estas bien? –pregunté casi sin aire, apenas conteniéndome de cogérmelo con toda mi fuerza hasta que me suplicara que me detuviera. Asintió con la cabeza y pasé mis manos por la parte delantera de su cuerpo, tocando su pecho y su abdomen suavemente. Había logrado entrar bastante poco hasta ahora, menos de la mitad del largo, así que todavía tenía tiempo de arrepentirse-. ¿Estás seguro de que quieres- cortó mi pregunta con un grito.
- ¡Sólo hazlo! –soltó entre dientes. Sonreí contra la piel de su cuello y lo embestí con toda mi fuerza, provocando que gritara mi nombre cuando entré completamente y mis testículos chocaron contra su carne. Gemí como nunca y apreté su torso contra el mío con las manos mientras mi cadera seguía intentando hundirme más en su cuerpo.
Respiró con dificultad, haciendo eco de mis jadeos, y noté la transpiración en su cuello. Jamás lo había visto transpirar antes. De seguro esto le dolía más de lo que dejaba ver, pero ahora ya era demasiado tarde para evitarlo. Hice que volteara su rostro con una mano para poder besarlo en los labios mientras comenzaba a moverme de nuevo. Su boca parecía distraída con todo lo que estaba sucediendo, así que después de un momento la abandoné y me dediqué a mordisquear el lóbulo de su oreja.
Al principio era bastante difícil siquiera moverme, por la presión, pero después de un par de embestidas comenzó a volverse más fácil. Tragué en seco y aumenté un poco la velocidad, incorporándome de nuevo en mis rodillas y paseando mis manos por su espalda. Esto era el paraíso.
Lo embestí un poco más fuerte y soltó mi nombre mezclado con un quejido profundo. Pude haberme refrenado más, pero en lugar de eso aumenté más el ritmo. Sabía que lo estaba disfrutando tanto como yo. Lo conocía demasiado bien. Después de unos minutos el placer comenzó a volverse amenazante. Lo sentía tan caliente y apretado alrededor de mi miembro, que sabía que no soportaría demasiado en su interior. Pero quería que se corriera conmigo. Quería que lo hiciera mientras estaba penetrándolo.
Lo tomé de los hombros para obligarlo a incorporarse, apretando su cuerpo contra el mío y moviendo las caderas un poco más, casi saliendo completamente antes de entrar de nuevo, una y otra vez. Dejó caer la cabeza hacia atrás, descansándola en mi hombro con los ojos cerrados. Puse una de mis manos en su pecho, pegándolo más a mí, y paseé la otra por su abdomen hasta llegar a su duro y palpitante miembro. A penas lo toqué dio un respingo y su respiración se cortó de repente, indicándome que hacía lo correcto.
Jamás había masturbado a un hombre que no fuera yo mismo, pero pensé que le gustaría lo mismo que a mí, así que comencé con un movimiento lento por todo el largo, rodeándolo con la mano completa y rozando mis dedos con más fuerza a medida que me acercaba a la punta. Gimió con la boca cerrada y luego escondió su rostro en mi cuello, girando la cabeza levemente.
Sincronicé los movimientos de mi mano con los de mi cadera, penetrándolo al mismo tiempo y velocidad, y no tardé en sentir que su corazón se volvía completamente loco, aún más de lo que ya estaba.
- Jack… -susurró, y me moví con más fuerza, arremetiéndolo sin contenerme. Arrugó los ojos y se relamió los labios, así que lo hice de nuevo. Me clavaba en él como mis instintos me lo pedían, con fuerza, como animales. Y no tardé en sentir que se contraía a mí alrededor y su miembro se tensaba entre mis dedos. Mientras lo sentía viniéndose, se inclinó hacia delante de nuevo, como dejándose caer, permitiéndome ver su musculosa espalda mientras lo embestía. Cuando se tensó completamente fue cuestión de segundos para que fuera demasiado para mí. Me vine dentro de su cuerpo, apretándome contra él con toda mi fuerza.
Soltó un gemido muy ronco antes de comenzar a respirar de nuevo, jadeando al igual que yo, intentando recuperar el aliento. Me relajé y apoyé mi cabeza en su espalda, aún lo sentía pulsando y contrayéndose a mí alrededor, y casi no podía respirar por la sensación. Le planté en beso en el centro de la espalda y luego fui subiendo hasta alcanzar la parte de atrás de su cuello. Me gustaba demasiado su sabor. Cuando moví mis labios por su cuello volteó la cara para besarme en la boca, aun jadeando de vez en cuando.
Me alejé muy lentamente, sintiendo cómo me golpeaba el frío al salir de su interior, y me senté en el piso a su lado, apoyando mi espalda en el sillón. Él hizo lo mismo, imitando mi posición. Vi como ponía su mano en su pecho intentando recuperar el aliento, y yo enredé las mías en mi cabello, intentando hacerme a la idea de lo que acababa de pasar. No me arrepentía, todo lo contrario, solo no estaba seguro de cómo asimilarlo. Pasamos casi un minuto en silencio, y luego finalmente hablé, rompiendo el silencio.
- ¿Qué les diremos a los demás? –le pregunté, pensando en nuestro grupo de amigos.
- ¿A qué te refieres? –me preguntó frunciendo el ceño.
- A nosotros.
- Bromeas ¿verdad? No tenemos por qué decírselos ahora si no quieres –dijo soltando una carcajada. No pasé los últimos dos años fantaseando para que ahora tener que decírselo a todo el mundo.
- ¿Dos años? ¿Por qué rayos tardaste tanto? –sonrió de la forma más sexy posible.
- Solo no creí que estuvieras preparado hasta ahora –su tono era tan calmado.
- Pero piensa en todo el tiempo que perdimos –me quejé. Sonrió de nuevo y se acercó a besarme una vez más. Esta vez fue un beso más profundo, más real, que me puso la carne de gallina. Se alejó un segundo para mirarme a los ojos mientras hablaba.
- Pienso que tenemos tiempo de sobra –susurró justo antes de volver a mis labios. Y era cierto. Lo teníamos. Teníamos todo el tiempo que quisiéramos tener.

miércoles, 11 de mayo de 2011

lunes, 9 de mayo de 2011

HISTORIA: REVIENTA CULO

Era una vista magnífica la que yo tenía hincado detrás de él, quien se encontraba empinado, sus fuertes, peludas, afiladas, paradas y varoniles nalgas, su espalda hendida y velluda, sus hombros anchos, sus brazos fuertes le servían de apoyo a su cabeza que se encontraba pegada a una almohada, sólo mostraba su nuca.
Le unte con un par de dedos mucho lubricante, se los metía para ver que tan relajado estaba, pero se estremecía cada que lo intentaba. Le pregunté: – ¿Estás seguro, quieres que te la meta?. - Sí, pero despacito –contestó-
Le acerqué la cabezota de mi verga a ese hoyito y le volví a decir que si le dolía mucho, con confianza me dijera, para detenerme y no habría ningún problema. Que yo entendería su reacción, que era natural en un hombre de 34 años, casado y que por primera vez se entregaba a un macho. Me preguntó casi enojado, en la posición que él estaba si realmente yo quería penetrarlo, le dije que sí, entonces me dijo: pues hazlo ya cabrón.
Al apoyar mi cabezona en su culito sentí como se contrajo, empuje despacio, suave, con paciencia, en la habitación sólo se oían nuestras respiraciones, la mía lenta y profunda, en cambio la de él, agitada, rápida y nerviosa. Eso me prendía y me ponía muy tiesa la barra.
Empuje con un poco más de fuerza y logré que la mitad de la cabeza pasara, a él lo sentía tenso, pero sin ninguna intención de quitarse, lo sujete con fuerza de las caderas y logré que entrara toda la cabezona, escuché como bufó, comenzó a exagerar su respiración, muy pronunciada, fuerte, escandalosa. Nuevamente le pregunté si hasta ahí, sólo alcance a ver como movía su cabeza de un lado a otro diciéndome que no.
Con su permiso le deje ir un par de centímetros de mi gruesa pistola. Entonces él, como que tuvo la intención
de pararse, al tiempo que llevaba una de sus manos hacia mi verga, como tratando de detenerla o sacarla. Pero volvió a su posición, esta vez con la cabeza de lado, nuevamente ataqué, y otro trozo de carne avanzaba por su rojísimo culo. Al momento pujo con fuerza, ahora era su culo el que quería sacar al duro intruso.
Y me detuve, podía ver el sufrimiento en su cara, los dientes y ojos apretados. Pero él permanecía ahí, sin moverse, dispuesto a todo. Entonces fue él quien hizo hacia atrás su cuerpo, le entró media verga y de su boca escapó un ahhahhahh, agudo, fuerte, como cuando te das un golpe en seco en el tobillo o codo.
Me sorprendió que ni siquiera hubiera hecho el intento de salirse, safarse de mi pene. Eso me tenía a mil, pero decidí acariciar su velluda espalda, recorrerla con la palma de mis manos, enredar su pelitos entre mis dedos, me doblé sobre él y le besaba toda esa área. Le daba tiempo para no lastimarlo más, esperaba que se relajara su ano que apretaba de tal forma mi pene que sentía como si fuera una mano. Y entonces reclamó, pidió que se la acabara de meter de una vez, escondió su cabeza entre las sábanas, lo sujeté con fuerza y empuje lo más firme que pude.
Sus manos se aferraron a las cobijas de la cama, su boca mordió la almohada, su frente chorreaba enormes gotas de sudor, apretó al máximo sus ojos, tenso más cada músculo de su cuerpo, eso me prendía.
Y lentamente se la saqué un poco, nuevamente con lentitud se la enterré y él con sus dientes enterrados en la almohada, respiraba con dificultad, se la metí completa, y alcanzó a balbucear…dale con fuerza, “reviéntame el culo papacito”.
Eso fue estimulante, tomé sus caderas y se la metí completa, le deje caer todo mi peso concentrado en mi pene, moví mis fuertes y grandes manos hacia debajo de sus nalgas, las separé con rudeza, y con mis piernas me impulsaba hacia su culo, quería lastimarlo, deseaba romperle el culo como me lo pidió.
Comencé un fuerte y brutal mete y saca. Yo sólo veía como los músculos de su cuello se tensaban ante tal embate, comencé a respirar fuerte, en determinado momento, ya eran bufidos marcados al ritmo de mis penetraciones.
En cambio él sólo se quejaba, lloraba, pujaba, todo su cuerpo estaba lleno de sudor, pero los más húmedo era su cara de barba cerrada, sudaba copiosamente, le salían lágrimas por sus ojos desorbitados, abiertos al máximo, y en ocasiones cerrados fuertemente, de sus fosas nasales completamente dilatadas no paraban los fluidos, y de su boca abierta, caían hilos de saliva.
Eso me prendía más, yo sólo buscaba darle placer, dañarlo, hacerle ver estrellas, se la hundía completa, mientras mis manos separaban sus deliciosas nalgas de cabrón, y de inmediato pasaba mis manos por su peludísimo pecho, sujetaba sus hombros y lo jalaba hacia mi, quería fusionarme con él.
De repente comenzó a gritar ya, ya, ya, pensé que ya no quería más verga, le dije que no, que me diera un minuto más, pero me aclaró que no, le pasé una de mis manos por su vientre colgante, peludísimo, y toqué su flácido pene, estaba teniendo un orgasmo, salían chorros de esperma sin que siquiera se le hubiera parado.
Al sentir esa leche caliente de macho, casado, peludo, recorrer mis dedos me excitó tanto que acabé dentro de él, en fuertes, potentes, gruesos y abundantes chorros, le llené todo su orificio.
Sin sacársela, ambos nos desplomamos en la cama por el esfuerzo, me quede acostado sobre él, poco a poco nuestras respiraciones se normalizaron, el cuarto estaba colmado del aroma del sexo brutal que habíamos tenido los dos machos.
Unos minutos más, y me moví fuera de él, con la verga un poco entonada, y bajé mi boca para besar sus deliciosas nalgas y antes del sexo, su virginal culo, en agradecimiento por el infinito placer que me dio este cabrón, cuando me di cuenta, le había hecho mucho daño, le salían hilitos de sangre, mezclados con semen.
De inmediato, me incorporé, lo abrace con mucha ternura, como para protegerlo del monstruo que le había hecho ese daño (o sea yo), comencé a besarlo, pedirle perdón, atropelladamente le pregunté por qué no me dijo nada, por qué no pidió que parara mis embestidas, por qué no se quitó o gritó.
Él extrañamente me veía directo a los ojos, sin ninguna expresión, no sabía si era por lo ridículo que me veía nervioso, espantado, temeroso, y me dijo con un tono de voz neutral: ¿te gustó?, bajé la cabeza apenado, la escondí en su velludo pecho y con algo de miedo le dije que sí…¿lo volverías a hacer, me romperías el culo?, no sabía qué contestar, decidí hablar como siempre con la verdad, pasara lo que pasara: sí –le contesté con firmeza-.
Y con el mismo tono de voz, dijo: no me quité, ni grité, porque vi que te gustaba, y con una voz más firme continuó: no me importa si me rompes o no el culo, si me lo sangras o no, sólo quiero hacerte gozar, soy tuyo, reviéntame el culo cuantas veces quieras, como quieras, cabrones vergones, machos, revienta culos como tú, se lo merecen.
Sus palabras me pusieron rígido el palo, le metí con brutalidad dos dedos en su húmedo culo, para voltearlo boca abajo, su cara se descompuso, lo besé fuerte, al colocarlo con sus nalgas al aire, dijo reviéntamelo otra vez, bajo la cabeza, mordió la almohada y yo sólo se lo empuje hasta el fondo de una sola vez.

viernes, 6 de mayo de 2011

miércoles, 4 de mayo de 2011

lunes, 2 de mayo de 2011

HISTORIA: MACHO PELUDO

Salí del vapor, caminé hacia una de las bancas que se encuentran frente a las regaderas, a ambos lados del par de mesas de masaje que están al centro. Me llamó la atención un tipo sumamente velludo, no tan gordo, con un vientre algo crecido, de barba cerrada, que recibía masaje, para mi gusto un poco bajito, como de 1.70, yo mido 1.82. Desde mi lugar disfrutaba ver su cuerpo tan varonil, lleno de atractivos vellos.
El masajista le pidió se girara, ahora boca abajo; el oso me vio, agacho la cabeza, dirigió una de sus manos a su bajo vientre para acomodarse el pene. De inmediato colocó sus manos a ambos lados de su cuerpo para que el masajista comenzara su labor. En dado momentos alzo su vista me miro y sonrió, de una manera tan franca y sincera que me gusto.
Terminó de recibir su masaje, se acercó a donde yo estaba, me saludó con un fuerte apretón de manos, se sentó a mi lado y comenzamos a platicar. Se que trabaja en un sindicato y ocupa una posición bastante importante, que actualmente estudia una maestría en esta ciudad de México y que es de Monterrey. Por mi parte le dije a lo que me dedico, le interesó y planteamos la posibilidad de realizar un proyecto muy concreto.
En determinado momento nos dirigimos al vapor, en donde de pie, en una de las esquinas comenzamos a besarnos. Me encantaba el roce de su barba en mi cara, sentir entre mis manos los vellos de su pecho, espalda y brazos. Pero más aún, el tono tan varonil con un ligero acento norteño de su voz, así como las rudas palabras con las que exigía mi atención: sí cabrón, wey estás bien rico, dame verga cabrón, quiero que me rompas el culo, quiero mamártela completa, que pitote, etcétera.
Nos acariciábamos con fuerza, como dos machos calientes, nada de delicadezas o puterías, sus manos recorrían mi piel friccionándola más que acariciándola. Yo disfrutaba esa masa de pelos que cubría su cuerpo, le jalaba los del pecho, la espalda, me tallaba contra su barba. Y de repente me dice, quieres que te la mame. No conteste, sólo tomé su cabeza con ambas manos y lo empuje hacia abajo.
Trataba de tragar lo más que podía, pero sólo le entraba poco más de la mitad de de mi instrumento, era tal su esfuerzo por abarcar más que le daban arcadas y tenía que sacarlo, para volver a intentarlo. Decidí ayudarlo un poco, sostuve con ambas manos su cabeza para marcarle el ritmo, se notaba su poca experiencia o pericia, en determinado momento que intento nuevamente metérsela un poco más, lo agarre fuerte del cabello y con rudeza le enterré lo más que pude de mi enorme, duro, recto, grueso y cabezón aparato.
Abrió los ojos sorprendido, lo alzó para mirarme y comprendí que, aunque le hacía daño, él quería que fuera así. Se lo saqué de inmediato, pero él se pego nuevamente a mamarlo como niño que tuviera mucha hambre, y le quitarán el plato a media comida. Me sorprendió que él mismo tomara mis manos con sus manos y me insinuara que nuevamente quería ser violentado por la garganta. Y procedí a complacerlo. Se la enterraba con fuerza, y cuando sentía cierta resistencia, más lo apalancaba tomado del cabello. Era delicioso sentir una o dos arcadas de su garganta en la cabezota de mi pene, queriendo expulsarlo, en cambio el dueño de esa cavidad quería más pese al daño.
Era muy estimulante ver sus ojos excitados y llenos de lágrimas originadas por las arcadas de su garganta, que se resistía a tremendo tamaño de pene. Ver como esos labios succionaban y a veces sólo acompañaban el paso de mi pene a esa húmeda, caliente y resbaladiza cavidad de macho. Sentir con mis manos su barba cerrada mientras mamaba con fuerza y desesperación mi tranca.
Se levantó y me preguntó si quería ir a su casa para estar más a gusto, textual me dijo: “quiero que me rompas el culo con esta verga cabrón”, “si no te entra” pregunté como para saber si sabía lo que decía, “¡ah chingá!, ¿cómo jijos no?, tiene que entrarme, si no, tú te encargas de meterla a como de lugar wey”, “¡órale, vamos pues!, no más no te rajes a la mera hora”.
Este osito de 33 años, me llevó a su departamento. Apenas cerró la puerta, se dirigió hacia el baño, yo me senté en un sofá, salió en calzoncillos, blancos, sexy’s, que contrastaban con su piel blanca llena de oscuros vellos. Se sentó en mis piernas, lo acomode y comenzamos a besarnos, después de un buen rato se levantó y lo seguí hasta su habitación.
Encendió la TV, ni la veíamos, me desnudé y me acomode a su lado, lentamente recorría su pecho, acariciaba y succionaba esos pezones tupidos de vello, con mi lengua jugueteaba y con mis labios jalaba esas vellosidades de todo su cuerpo.
Me acosté boca arriba, y ahora el recorrió mi cuerpo con su boca, al llegar a mi pene comenzó a succionarlo con avidez, con mis manos dirigía y marcaba el ritmo. Después de nuestro encuentro supe que el normalmente era activo, pero cuando veía un macho como yo (otra vez la modestia) sólo se le antojaba complacerlo, excitarlo y ser penetrado.
El clóset de su habitación tiene un espejo de pared a pared y de techo a piso, lo coloqué sobre la cama, acostado boca abajo, frente al espejo, me puse arriba de él, con mi verga etre sus peludas nalgas. Me dijo que le gustaba el contraste que veía entre el color bronceado de mi piel y el blanco de la suya.
Lo deje mirándose en el espejo, mientras dirigía mi cabeza hacia esas deliciosas y varoniles nalgas, que mordía y palmeaba ruidosamente con mis manos de vez en vez, comencé a introducirle mi lengua, a saborear el ocre de su arrugado, rojo y apretado culo. Comenzó a girarlas, a levantarlas y a pedir que se la metiera.
Le llené el culo de saliva, de lubricante, le acerqué la dura, redonda y grande cabezota de mi grueso y largo pene. Se estremeció un poco, cerró en un reflejo su ano poco antes relajado a lengüetazos. Le dije, si no quieres no, no es a la fuerza. Dijo con firmeza “no hay pedo cabrón, tu métemelo, aunque sea a fuerzas, mi ano no manda, mando yo”. Era lo que más deseaba y comencé a presionar, pero su anito se resistía a ser atravesado, yo batallaba un poco, y no quería perjudicarlo. Me sentía observado, alcé mi vista, y en el espejo vi su cara, él encabronado, enojado, y me dijo muy serio, retando mi orgullo, “me lo vas a meter o qué, o si no puedes ahí la dejamos”.
En ese momento me prendí, dirigí mi mano hacia abajo para apoyar mi pene, y apenas sentí su arrugado agujerito y empujé con fuerza, firmemente, sentí como con mi cabezona alisé cada pliegue de su peludo culito, él respingó, trató de levantarse y le dije así puto o ya no quieres, volvió a su posición inicial y apretando los dientes dijo, “así wey, rómpemelo ya”. Entonces embestí con fuerza y lo traspasé hasta la mitad de mi trozo, esta vez intentó cerrar las piernas, y con las mías lo impedí, se las mantenía lo más abiertas que podía, y sentía bajo mi pecho como su espalda rechazaba mi presencia.
“Ya, ya, ya hasta ahí, espera un poco y luego acabas de meterla”. Le dije que sí, pero yo estaba un poco molesto y muy excitado por las palabras con las que me retó y sólo pensé: “pero hasta vas a llorar puto con lo que te voy a hacer”, comencé a sacarla lentamente y le dije suavemente a su oído, si quieres descansamos un poco y lo volvemos a intentar, dijo que sí, que le parecía buena idea, separé mi pecho de su espalda, coloqué mis brazos a ambos lados de él, y retiré lentamente mi pene, sentí como relajaba un poco su cuerpo, y de inmediato le enterré con fuerza todo mi pene.
Gritó de dolor, “ayyy cabrón no, noooo, no seas ojete, que poca madre la tuya, ya culero que me partes, aaagghh, ayyyy”, intentó levantarse pero lo sujetaba con fuerza de su cintura, trató de empujarse con las piernas para safarse de debajo de mí, pero con fuerza lo retenía, le dejé caer todo mi peso, y con voz firme, fuerte y clara le dije: no que no putito, no que si no podía, no que ahí la dejáramos, ahora aguanta puto…
Hundió la cabeza entre las sábanas, por sus ojos apretados corrían lágrimas de dolor, y apretaba los dientes, con una de mis manos lo tomé del cabello y le alcé el rostro y le dije: mírate puto, míranos por el espejo, a poco no te gusta lo que ves. Su rostro descompuesto por el dolor, las narices llenas de mocos, la baba le escurría por lo labios, y mantenía apretados sus dientes. Y comencé a sacárselo lentamente, hasta la mitad y con furia se lo enterraba de un solo tajo, el pujaba, bufaba y lloraba. A cada estocada que le daba el rostro se le descomponía, poco a poco él sólo sostenía su cabeza, se fijaba en su imagen, en mi imagen montándolo, en nuestra imagen cogiendo a lo bestia.
Poco a poco comenzó a mover el culo, hacia mi pene, llegó el momento en el que me quede apoyado en mis brazos y, sin sacárselo, veía como era él quien alzaba las nalgas y buscaba enterrárselo. Lo aguante así poco rato, pues ver las huellas normales de su culo acompañadas de un ligero líquido sanguinolento en mi pene, me excitó tanto que me dejé caer encima, se la enterré lo más que pude y solté unos trallazos espesos, de caliente y abundante leche en ese culito agrandado por el pitote que tengo.